jueves, 4 de febrero de 2010

JAIPUR

31 Enero
Jaipur, Pink City, la Ciudad Rosa como la llaman, que es mas bien color tierra asalmonada nos ha devuelto a la gran ciudad con todos sus aditamentos, con la diferencia de que ya no nos sorprende y nos movemos por ella como pez en el agua, envueltos en sonidos, rodeados de gentío, entre mercados coloristas, nos sentimos parte de este inmenso cuadro barroco donde los sentidos llegan a adormecerse por la cantidad e intensidad de estímulos que reciben y así caminamos entremezclados en la urdimbre del gran tapiz formado por estas gentes, sucias como ellas solas pero las mas bellas que he conocido, por fuera y por dentro.
Podría describir la visita al City Palace, o al interesante Observatorio Astronómico del S.XVII, o a la magnifica Fortaleza Palacio de Amber, pero toda la monumentalidad de dichos lugares, quedan como meras anecdotas ante la visita al Museo del Turbante y no por su interés sino por lo que voy a narrar:
Llegar hasta él ha sido complicado, nadie lo conocía, no nos aclarábamos con el plano…perdido en medio de un barrio, al fin llegamos y en el interior de un patio semiderruido, nos recibe un moreno con turbante, camisola larga, doti y unos bigotes tan largos y densos, que tras pasarlos por detrás de sus orejas, terminaba anudado bajo su barbilla,
“Babaduc” era su nombre y este ha sido nuestro personaje importante del día.
Tras visionar cantidades de turbantes que a simple vista parecen los mismos, o sea una tela que puede alcanzar hasta cuarenta metros o mas, enrollado en la cabeza, notamos diferencias y matices que diferencian unos de otros y definen el lugar, la clase social, la temporada del año, la ceremonia…todos ellos en una pequeña sala muy adusta, salimos al patio donde un restaunant bajo las arcadas nos esperaba para degustar una rica cerveza, aquí son de medio litro y cuesta igual que una comida (150 Rupias: 2,5 Euros), estábamos a gusto y nos pedimos otra; así entre sorbo y sorbo me dije: de aquí no me voy hasta que Babaduc no me explique como se coloca el “doti” (cuatro metros de tela enrollada hasta formar un pantalón), y ni corto ni perezoso me dirigí a el y con el lenguaje universal de gestos porque no sabia ingles, le propuse el tema.
El, complaciente y encantado de mi petición me condujo a su cuarto, un cubil con camastro y un pequeño altar y comenzó la ceremonia:
Nos desnudamos los dos, se quito su traje y me lo coloco a mi mientras observaba la forma de hacerlo, seguidamente entre risas y buen rollo, me coloco su turbante y babuchas, convirtiéndome en Babaduc 2.
La cosa no acaba aquí, pues al salir al patio, todo el servicio del restaurante, salían de todas partes sonrientes y encantados de ver al guiri vestido de aquesta guisa, nos hicimos fotos y la gran sorpresa fue que Babaduc me dijo que me lo regalaba “gift, gift.
Para mi ese gesto fue lo mas grande, blasón con rotillos y cierta mugre y doti con lamparones fue el mejor presente que he obtenido en la India, con el me quede y con el me fui camino de vuelta.
Curioso el que no se me acercaran como turista para ofrecerme artículos del bazar o llevarme en un “tuc tuc”.
Ha sido toda una experiencia, nos sentimos tan bien que hasta nos planteamos el quedarnos un tiempo mas.

3 comentarios:

Sakena dijo...

Increíble! Y qué bien escribes!

Anónimo dijo...

Te ganaste al Babaduc y nosotros hemos ganado las fotos increiblemente guapas que estás publicando. Besos

ovidio dijo...

La escena de el doti pa grabarla
Geniallllllll

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