martes, 14 de febrero de 2012

8 y 9 Febrero Mysore






8 y 9 Febrero
Mysore
Por la mañana cogimos un bus urbano a pesar de la insistencia de los conductores de ricksaws en llevarnos a hacer un tour por la ciudad.
A las afueras y en lo alto de un monte desde donde se divisa toda la ciudad, primera parada para visitar un gran templo (el nombre no lo pongo porque es larguísimo como casi todos los nombres), he comprado unos cordones-pulseras bendecidos con polvo rojo de ticka para regalar a aquellos que necesiten un empujoncillo vital, después hemos bajado por alrededor de mil escalones tallados en la piedra por donde suben y bajan peregrinos descalzos, hasta llegar a Nandi, una escultura monumental tallada de un solo bolo con forma de vaca sagrada, muy adorada por aquí.
Volvimos a coger un bus para bajar a la ciudad y allí visitamos el Palacio Real, dejándonos con la boca abierta durante su visita.
Es de una belleza, fantasía, riqueza y refinamiento increíbles, la lastima es que no dejan hacer fotografías en su interior, así que quien saber como es, tiene que venir a verlo. Es como de las Mil y una Noches, ¡no vivían bien los Maharajaes!, pero éste es muy querido en la ciudad, pues hizo mucho por sus ciudadanos, creó escuelas, hospitales, amante del arte, la música y la cultura en general.
También fuimos al Museo, lleno de mobiliario, objetos de China y de Europa e instrumentos musicales, pero sobre todo pintura, una colección de arte hindú interesantísima.
Caminamos por las amplias avenidas de la ciudad admirando a uno y otro lado los estupendos edificios neoclásicos construidos y habitados por los ingleses, utilizados hoy como hospitales, centros de enseñanza, departamentos oficiales, etc.
Y para rematar esta ciudad, nada mas y nada menos que un fiestón por la noche en un barrio celebrando a no se qué deidad, donde grupos de músicos tocaban incesantes tambores e instrumentos de viento, danzarinas bailando con espadas en mano y saltando como guerreras, grupos de mujeres portando sobre sus cabezas canastos con frutas y santicos ricamente decorados, jóvenes bailando, un tractor portando una carroza colorista e iluminada con la deidad en cuestión y santones bendiciendo las flores que las gentes le acercaban y como curiosidad, si no fuera suficiente, toda la comitiva iba iluminada por dos hileras una por cada lado de la calle, de tubos fluorescentes amarrados verticalmente a palos con el cable aéreo uniendo uno a otro, portados por hombres.
La luna llena como testigo nos iluminaba a todos y coronaba a esta ciudad.

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